Entonces, lo que les voy a contar es verdad, yo estaba sentado en un bar… y de pronto aparece el chileno más grande que he visto en mi vida, bueno, no he visto a muchos, debo aclarar que soy mexicano y que todo esto sucedió en Utah. Sonó la campanilla que pende de la puerta y los ojos se clavaron en el forastero, sobre todo los de las jóvenes muchachas…  porque hay que merecerle, el tipo es guapo. Se sentó en la barra y pidió unos tragos cortos de güisqui. Luego de beberlos, se paró muy campante para irse del lugar, fue entonces que el barman se enfadó:

-¿Crees que puedes irte sin pagar, mugroso?-el barman prefirió no utilizar un insulto más fuerte que «mugroso», después de todo, el chileno se veía de temer.

-Sí, y eso pretendo hacer- se dio vuelta hacia la puerta para marcharse.

-Para irte tendrás que pelear con mi dinosaurio- el barman estaba ahora desesperado.

Tan desesperado que de su deseo nació un dinosaurio real, y no hablo de un dinosaurio pequeño, sino de una mierda de proporciones bíblicas.

En ese momento el chileno sintió la sensación más cercana al miedo que ha experimentado en toda la vida.

La pelea duró dos días, nadie abandonó el lugar ni pudo dormir con semejante alboroto, de tanto en tanto el humano retrocedía a beber un poco de güisqui antes de seguir combatiendo.

Al fin, el dinosaurio cayó al suelo muerto, sin duda por causa de la deshidratación.

El chileno se erigió sobre una escupidera y gritó:

«Mi nombre es Cristóbal D., soy el matador de dinosaurios, el de las Lomas; les venga o no en gracia, hijos de puta, me llevaré todo su güisqui». Se llenó los brazos de botellas y salió del lugar destruido.

Han pasado años; pero desde entonces dejaron de rondar los dinosaurios por todo el Valle de Cache.

(Originalmente publicado en Fotolog, el 16 de Enero de 2005)