Teniente Bello, cazador de zombies – Parte I

El Teniente Primero Alejandro Bello Silva, de entonces 26 años, logró aterrizar su Biplano Sánchez Besa «Miguel Rodriguez», en la playa desierta. La evidente destrucción del tren de aterrizaje y de la punta de su aeronave indicaban que su avión, el número «13», no volvería a volar jamás. Sin duda que había sido el aterrizaje más accidentado de su carrera, y no se podía explicar cómo logró salir con vida e ileso de aquel maniobra. Bajó como pudo y se tendió en la arena, agotado y confundido, ¿cómo había llegado a aquella playa?. No recordaba exactamente los momentos previos al accidente, ni sabía con certeza dónde estaba. Había ido muchas veces a Cartagena y pensaba al menos que ése era su destino final cuando salió desde Lo Espejo. Pero el lugar no se parecía en lo absoluto a la playa que recordaba. De hecho, no se parecía a ningún lugar que hubiese visto en Chile o en Francia. Y la gente, ¿dónde estaba la gente?, ¿y por qué no divisaba alguna construcción?.

Cuando la curiosidad venció al cansancio, se levantó brevemente a explorar. Una playa interminable hacia el norte y hacia el sur. El mar a sus espaldas, y frente a sus ojos, el más poblado bosque de pinos que jamás hubiese visto.

– ¡Oyeee!- surgió un grito de entre los arboles.

Los agudos sentidos del Teniente Bello no tardaron en encontrar la figura delgada que emergía desde el bosque, un tipo moreno, corriente, vestido de la forma más inusual. Decidió que había sido demasiada aventura y no quiso arriesgar. Raudo, Desenfundó su pistola Mauser calibre 7,65 y apuntó a aquél que se acercaba decidido.

– ¡Oye, hueón, para!, ¡no te voy a hacer na, baja esa huevá!, ¡me llamo Felipe, no te voy a hacer na!

El Teniente lo contempló reacio. El hombre estaba detenido y había alzado las manos, se había puesto también de costado pensando que eso lo haría un blanco más difícil. Bello lo siguió apuntando, casi sin parpadear, con el índice derecho rozando el gatillo, atento, seguro. No había conocido un mejor tirador que él mismo en la Escuela Militar, ni tampoco en L´Espace. Sabía siempre exactamente qué tenía qué hacer y dónde llegaría su bala.

– Por favor… si no le voy a hacer nada, baje por favor la pistola…

Bello demoró un segundo, bajó el brazo y lo reposó extendido contra el costado derecho de su cuerpo, sin soltar el arma ni guardarla.

– ¿Dónde estamos?- preguntó el Teniente abriendo apenas los labios.

– No lo sé, compadre, no tengo idea, pero hay que salir de acá… hay que encontrar a alguien… esta huevá es muy loca… me llamo Felipe, ¿quién eres tú?

El Teniente se quitó la gorra de cuero y la tiró al suelo.

– Teniente Primero Alejandro Bello Silva. Me accidenté en mi Biplano Sánchez Besa «Manuel Rodríguez». ¿Y usted quién es?.

– Asistente Contable Felipe Toro. Me accidenté en mi Nissan V16 «Steve McQueen» -respondió Felipe sin querer ser menos -Compadre, no me va a creer esta huevá pero en la noche esta huevá de playa se llena de zombies, yo llevo escondido desde ayer, ¡esta huevá es espantosa!

– ¿Y qué es lo que son ésos?, ¿animales?

-¡No, hueón, muertos vivos! ¡muertos vivos!… vámonos, te muestro donde me estoy escondiendo… ¡movámonos de acá, hueón!

Bello seguía sin entender lo que el hombre decía, pero su instinto de supervivencia le sugirió obedecer. Se alejaron a pasos rápidos del avión.

La intensidad del breve encuentro despitó a Felipe de lo obvio, que el militar y su nave parecían venir de otro tiempo. En fin, ya habrá tiempo de preguntar, pensó.

Y los dos hombres se internaron en el bosque.

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Edwar MAss dice:

    No es posible que me dejen así, y luego que pasa??, debo saberlo…..

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    1. Absolutamente de acuerdo contigo, y no te voy a dejar así :-), te voy a escribir la segunda parte.

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  2. marco sterling dice:

    y yo que ???
    esta historia debo leerla :G!!!

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    1. jajaja! por supuesto que será para ti también, Marco!. La próxima semana espero publicar la segunda parte! Saludos y muchas gracias! 🙂

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